Y así, sin esperarlo, la vida me brindó la mayor de sus casualidades. Me convertí en presentadora por un día. Abrí el acto de presentación del libro de mi amiga de la infancia, que había descubierto también su pasión por las letras. Y me tocó hacerlo en el valle que me había visto nacer, solo un día después de haber firmado mi primer contrato editorial.

Los años de ausencia no importaron. Los nervios fueron aplacados por sueños cumplidos y nuestro destino habló en voz alta por nosotras.

Días de silencio, de Beatriz Delgado Rodríguez

Mi discurso empezó con estas palabras…

«Somos cosecha del 84. Hijas y nietas de los mineros del valle. Niñas que tuvieron que abandonar su tierra en busca de libertad. Y hoy mujeres empoderadas con las cicatrices propias de la vida y una sensibilidad especial que nos desborda en palabras.

No podía ser casualidad que, tras veinticinco años sin vernos, Bea y yo nos reencontráramos hace tan solo una semana en la que hoy es su isla. Tampoco que, justo ayer, yo recibiera mi primer contrato editorial. Así que, hoy no solo nos unen nuestras raíces o una amistad que ha sobrevivido al paso del tiempo y a la distancia. También el destino en calidad de autoras.

Bea, además de escribir, salva vidas en un hospital en Mallorca. Y a mí me gusta pensar que contribuyo a mejorar un poco el mundo con las energías renovables. Pero la escritura es una constante en nuestras vidas. Porque, como ella bien dice en su libro Días de Silencio:

A veces escribir es la forma que tiene el alma de romperse en llanto.

Es curioso cómo afirmo en el primer capítulo de mi libro que la culpa no fue solo tuya, pero sí lo fue la cobardía. Y ella, en paralelo en el suyo, escribió lo siguiente: A mí me faltan miedos. A ti valor«.

… hasta acabar rodeadas de aplausos, entre caras nuevas y rostros que nos eran conocidos.

¿Casualidad, destino o entrega recompensada?